martes, 4 de agosto de 2009

Sábado 4 de junio/2014

—Invéntame un café.

Así me dijo ella con su cara estúpidamente tranquila; no pude ocultar mi desagrado y frustración al escuchar tal frase. Su cinismo era enorme ¿como se atrevía esa mujer a dirigirme la palabra? ¿Por qué me hablaba?¿Qué le había hecho yo?  No dije nada, callado y con el insulto atrapado en mis dientes puse fin a ese intento de conversación.

Deje el jardín donde me encontraba escribiendo, tomé mi lap y con las piernas temblando empecé a caminar.

Caminaba hacia mi departamento, todo era silencio y más silencio, nadie había más que yo, sólo yo y mis palabras atrapadas en mi boca; deseche lo sucedido cuadras atrás y comencé a escuchar los ruidos de la calle, transito, propaganda, gente, todos ruidosos, todos pidiendo, exigiendo mi atención. Llegue a la puerta principal del edificio donde habito, ésta es roja y de madera, realmente muy vieja y ya casi naranja pero era lo más constante de todos mis días. La puerta roja que siempre me recibía, tranquila, silenciosa.

Bebí te pues me negué a tomar café, hasta en eso tenía que negar a aquella lánguida figura que minutos antes me había insultado. Te de tila para los nervios, tres tazas y me dispuse a leer un libro de Montaigne, diez minutos después estaba enfrente de la computadora. Busqué viejos documentos, viejas entradas de blog que me recordaran lo que horas antes no quería recordar.

Terminé rendido ante mis recuerdos; llorando me quede dormido en el sofá del estudio, abrazando una almohada con el corazón ennegrecido.

No hay comentarios: