viernes, 13 de marzo de 2009

Con Árboles.

No esperaba tener tan cercana la desesperanza.

Ayer ya noche, rondando el estudio de la casa, pensé en todo lo que había hecho a lo largo de mis ya casi cinco décadas de vida. No fue una vida sencilla, creo yo, pero tampoco el drama contado  en tantas novelas, los dioses habían sido buenos conmigo.

Hasta ahora mi vida había sido de los más tranquila, llevaba 30 años sin sobresaltos, sin preocupaciones mayores, sólo preocupándome por sí había cerrado el refrigerador o si había dejado comida suficiente a “Luciana”.

Había visto está tarde a tanta gente conocida, a tantos extraños que en algún momento fueron mis hermanos más cercanos, tantas caras que no me decían nada… Me recordaron todas mis glorias, mis desgracias, todo; me recordaron que en 30 años no había hecho más que estar tranquilamente, que exceptuando reuniones ocasionales yo me negaba al mundo.

A mis 24 decidí separarme de todo. Sin ningún dramatismo como podría esperarse de mí, sino me fui poco a poco, me fui apagando hasta sólo seguir y seguir. Feliz eso sí. Contento con  lo que tenía. Aunque en el fondo sabía que las decisiones que habíamos tomado  significaban nuestra muerte, poco muy poco a poco, pero una muerte. Muerte pero  deliciosa, completa, redonda.

Pero no salió como lo esperé, como lo esperábamos los dos. El Destino cambió los planes. Ayer fue el día cuando todo se transformo, cuando me di cuenta que ya no pudimos morir juntos, que ya no pudimos continuar con nuestro largo y bienaventurado suicidio. Ya no pudimos.

 

arboles

 

Mucha gente apareció ya en la tarde del mismo día, te fuiste temprano, me faltaste cuando dormía y maldigo al sueño que me impidió decir la última palabra, decirte tu última suerte, decirte mi último “quédate conmigo”…Te fuiste durmiendo dicen todos aunque yo no estoy tan seguro. Muchos me contaron viejas anécdotas como si eso los expiará de viejas culpas. Mediocres.

Después de esa decisión hicimos una vida juntos. Tranquila pero no aburrida. Te hacía con cada letra, te escribía cada mañana y tomabas forma en mis letras. Tu me hacías con una palabra, me formabas con una acción. Nos hicimos diario por 30 años. Una casa, un jardín, perros y libros. Formamos un espacio donde el tiempo no existía y fuimos un par de ancianos recorriendo un jardín desde que empezamos. La tranquilidad nos gobernó desde el día en que nos hicimos en una casa.

Aunque ya me siento abandonado aún no soy un  anciano. La casa se siente como siempre, con aire a soledad,“Luciana” duerme en la puerta del estudio como desde pequeña. El jardín luce triste, como que llora tu partida, como que siente que algo se fue y se despide soltando hojas y más hojas. Jardín que nos vio fumando, jardín que ahora me ve desde afuera fumando, solo.

Llegaron amigos y conocidos. Todos hablaban de lo grandioso que fuiste, de todo lo que hiciste, lo que lograste, lo que te faltaba por hacer…pero nadie realmente sabía de que se trataba este día.

La reunión se tornó vulgar y tuve que pedir que se retirarán. Era tarde ya y yo tenía que hablar con mis muertos. Así fue como me encontré pensando en mis últimos 30 años contigo. Así me vieron los árboles del jardín. Pensando.

No hay comentarios: