Fue no hace mucho tiempo que lo vi por última vez.
No era un tipo alto, pero tampoco pequeño, con grandes ojos, un cuerpo armonioso y un rostro de buena persona. Me atraparon sus ojos que te atraviesan y me encerró su mente que te devora.
Lo vi por última vez porque así lo decidí, el tenía que irse y la esperanza no me permití, ni de su regreso ni de mi ida, no podía irme, no quería. Pero tampoco quería que se quedará. Era demasiado infame como para pedirle que me olvidará, por eso decidí olvidarlo yo.
Esa fue mi primera mentira.
Pasaron horas y ya me hundía en mi mismo, me asfixiaba ante tanta libertad, el sólo escoger que cenaría esa misma noche me provocaba angustia, hacía mucho que no decidía sobre la comida, sobre nada. Recuerdo la última decisión que tomé sin influencia de él. Fue hace tanto.
Tomé el bus para llegar a la Universidad, mi primer día de clases, mi primer clase y mi primer profesor, él me tuvo ese mismo día. Mi decisión fue no ir a la siguiente clase, sólo por hacerle la platica y quedarme con él el mayor tiempo posible.
Después de eso nada pude hacer sin su voz, sin sus "consejos" que terminaban siendo ordenes. Me esclavicé a él y esa tampoco fue mi decisión.
Todo pensé esa noche, esa noche de ese día cuando decidí verlo por última vez. Pero no soporte tanta presión y fui a casa de mi tía Roberta. Ahí cenaría y ahí con suspiros y amores viejos lo olvidaría. Esa noche. Por lo menos esa noche.
Desperté a las seis de la mañana del día siguiente. El desayuno ya estaba sobre la mesa, nada del otro mundo, es decir, nada que no podría hacer yo mismo en casa, huevos, jugo y café.
Llegue a buena hora a la universidad, justo para poder sentarme en la cafetería a beber un café y darle los últimos toques a la cátedra del día. Dos clases nada más. 5 para las nueve y ya todo estaba listo para caminar escasos metros hasta el salón de clases. Todo sería distinto ahí, dentro de ese salón estaba seguro, mi opinión valía y mis decisiones contaban. Escasos metros.
Si siquiera hubiese sabido que no llegaría a la clase.
Esa es mi segunda mentira.
Le vi. Caminando como si el mundo se moviera y él se quedara quieto. Todo se abría. El penetraba al mundo y no me hundía en ese mundo ahora penetrado. Fui fuerte en mis ideas. Me negué a llorar. Pero también a caminar. No pude.
Pasaron 30 minutos y yo seguía sentado en la cafetería, el portafolio cogido por mi mano izquierda y con la otra el café ya frío. Mis alumnos llegaron a la cafetería. Cuatro de ellos y a los cuatro les dije que no habría clase. No hoy. Se fueron y yo me quedé. Una hora y media más.
Las once de la mañana. Seguía sentado con el mismo café y el mismo portafolio. Mi siguiente clase era a las 1 de la tarde, las cosas ya estaban preparadas desde dos horas antes, nada me detenía ahora. Ya nada me podría detener, él seguramente ya no estaría en la facultad, sus compromisos diarios le obligaban a salir cinco minutos antes del fin de su clase de nueve. Estaba ahora realmente sin nada que me detuviera. Sólo yo.
La clase pasó y mi mente absorta en las ideas ilustradas nada pensó en el oscurantismo de su persona. Era yo libre. Fue una de mis mejores clases. La Revolución Francesa. Tanto pesar había en mis palabras, tanto dolor y angustia, que hasta los más "rojillos" sintieron por un segundo que no toda revolución es buena. Seguí entregándome hasta que llegó la hora de terminar y mis alumnos salieron. Yo salí.
Llegué al estacionamiento y me disponía a terminar la conversación que diez minutos antes afuera del salón de clases inició con el nuevo profesor de Ética. Concluí con un "hasta luego" y él con un "nos vemos mañana".
Esa fue la tercera mentira.
Que no mía pero si mentira. Subí al auto y me encontraba listo para avanzar, bebí el café de mi termo olvidado. E inicié el camino.
Avancé. Rápido y más rápido. No hubo más.
...
Ese mismo día unas horas antes Roberta leía una nota dejada en el librero de su cuarto de visitas. Ésta decía "Todo lo que quiero es un rosedal..." y unas líneas explicando como sucedería la muerte. Mi muerte.
Ya no hay mentiras. Las últimas ya se dijeron. Ahora viene la verdad...
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